23.8.11

Sacá tu pasaje a Shanghai!


El segundo ciclo de SHANGHAI largó el miércoles 17 de agosto en Fundación Espínola Gómez (Paraguay 1176). Este espectáculo de la dupla Dodera-Peveroni culmina la trilogía iniciada con GROENLANDIA (2005) y BERLÍN (2007).

Elenco: Fernando Amaral, Noelia Campo y José Ferraro.
Deejay en vivo: Federico Deutsch.
Sinopsis: Las identidades de dos migrantes son hackeadas cuando participan de un programa de corporaciones genéticas en Shanghai. Una sucesión de historias y posibles derivaciones llevan al espectador a comprobar que el futuro inmediato es incierto, peligroso y fascinante.    

La intervención escenográfica en el espacio de la Fundación implicó un montaje diseñado por Fernando Scorsela y realizado por el equipo de producción de Shanghai. Se contó con el invalorable apoyo de Laboratorio Clausen y del arte de Barba en la técnica del stencil.


Reservas para las funciones del 24/08, 31/08 y 07/09 
al email: shanghaiteatro@gmail.com. 
Entrada libre (colaboración sugerida al finalizar la obra: $ 120)


LINKS:

21.8.11

Bitácora fundación espínola gómez


Cajas, cajas y más cajas. Entre las cajas de un depósito, en los corredores subterráneos de Shanghai, sucede la acción. El espectador está al borde de la mercancía. Observa, casi voyeur, casi testigo, es interpelado, se convierte en una caja más, guiado por un migrante llamado Arturo Lem. Allí abajo, entre cajas y más cajas, dos jóvenes occidentales -M y N- experimentan con kits de identidad. Todo sale un poco mal, un poco bien, entre copias, pesadillas y escenas de las que parece no existir salida aparente.

...

Cajas, cajas y más cajas. La invitación queda hecha. El espacio subterráneo de la Espínola Gómez, bajando las escaleras, se convierte en un no-lugar, en territorio para que los habitantes del depósito transiten sus deseos, sus ambiciones, también sus angustias.

...

Cajas, cajas y más cajas.

4.7.11

Bitácora ex bazar mitre / invierno 2011



Noches muy intensas transcurrieron desde el estreno el jueves 23 de junio en el subsuelo del Museo de las Migraciones. Cada función desbordó tensión, ritmo, ilusión, la sensación de que el universo de Shanghai no deja indiferente a ningún espectador.
Más de 500 espectadores disfrutaron de la primera etapa de este espectáculo de la dupla Dodera-Peveroni.


Arturo Lem (Fernando Amaral), con sus copias y más copias, con sus pasos retumbando en el corredor que une la zona blanca y la zona oscura, sabedor de una verdad que no devela hasta el final del juego.


M (Noelia Campo) que es Melina y es Alaia, tan crispada como sutil, en un vaivén emocional que vive como una pesadilla de la que advierte que no podrá escapar.



N (José Ferraro) que es Luca y es Joy, entrando y saliendo del dolor, desquiciado en su voluntad de saberse comediante, chico bomba o un simple chivo expiatorio.







 

Ziggy (Fede Deutsch), siempre ahí, silencioso, expectante, disparando los sonidos que completan una ficción que deja de ser ficción para dejar a los visitantes de Shanghai con más preguntas que respuestas.
Agradecimientos especiales de la producción de Shanghai a todo el equipo artístico y técnico, a Matías (pieza clave en el montaje de cajas y más cajas y más cajas), a Víctor Cunha y el personal de Museo (toda la onda), y muy especialmente a Cecilia Fuentes (por ser parte esencial del armado de este sueño).

2.7.11

esos otros: espectadores, turistas, receptores…

“El universo que arma Dodera es impresionante. No dan ganas de abandonar la sala. Es genial el espacio y uno como espectador sale agradecido de haberse conectado con
ese universo al cien por ciento, sin distraerse ni un segundo. Excelente, igual que
como pasaba en Berlín... son espectáculos inolvidables”.

“Shanghai es un texto excelente, la coronación perfecta de la trilogía y un paso hacia otra zona del teatro del siglo XXI”

“La música y las actuaciones de la puesta en escena de Shanghai alcanzan la excelencia, acompañando los hilos, los nudos dramáticos, el despojamiento y todos los “des”: desubjetivación, despersonalización, desideologización programada, deslocalización”.

Esa obsesión utópica



entrevista de Mariángel Solomita con Gabriel Peveroni, publicada en la revista Sábado Show de diario El País.



MC Morphine, un rapero vinculado a poetas del novecientos. Shanghai, una obra donde el precio de la entrada lo decide el espectador, y aquí una charla donde asoman algunas de las certezas e incertidumbres que provocan a su dramaturgo: Gabriel Peveroni.


Un escenario vacío está más cerca de dios. "Ves, eso es como un punto de partida. Es parte de un poema de Poemas religiosos (1993). Debe ser mío...No sé. Es una frase que no entiendo, entonces es una cosa que persigo."
Al principio, Gabriel Peveroni escribía pensando en escenarios vacíos.
Groenlandia (2005): Un personaje, Melina, habla con Paul, su padre muerto. "Un escenario vacío está más cerca de dios" , le dice él "¡Y el padre está muerto! Me divierte y me preocupa eso de dejar sin actores el escenario, son como retóricas, chistes para mí, los personajes que son más de una persona, dejar espacios vacíos, no cerrar las ideas..."
MC Morphine (2011): Un rapero, maestro de ceremonias, dandy emulador de Roberto de las Carreras, recita "¿Hay algo más triste que ser moderno y detestar la modernidad?" "Es probable que a mí me pase algo de esto. Es una cosa que disparo ahí. Hay pequeños nuditos que dejo sueltos y que de repente me gustan, eso me viene de la poesía. `Un escenario vacío está más cerca de dios`, ahí hay poesía porque te deja pensando, en un contexto es una cosa y en otro contexto otra. Lo dejo para cuando lo relea".
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Primero es dramaturgo. Aunque antes escribió poesía y publicó poesía. Novelas de ficción, un libro de música (Rock que me hiciste mal junto a Fernando Peláez). Es corresponsal para la Zona de Obras española, trabaja en Tevé Ciudad y es el editor de la revista Freeway.
"Trato de defender la especificidad de ser dramaturgo, que no es que no esté bien visto sino que no es visible dentro de otros lugares de la literatura. Como que no se visualiza esa zona creativa en Uruguay y hay figuras muy interesantes, que solamente se dedican a la dramaturgia, como Sergio Blanco (Kiev, Kassandra). O sea, el camino sería al revés: ser considerado un dramaturgo para ser considerado un escritor." Pero preferiría `escritor`, a secas: que la obra sea una sola. "Claro, pero cuando ves que desde distintos ámbitos no jerarquizan la creación dramática, o la comedia, o el caso de los guionistas en el cine, que nos dejan de ingresar, que no nos vayan a ver...Es muy raro que novelistas o críticos literarios vayan a ver obras de teatro por ejemplo".
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-¿Y por qué te parece que es así?
-Creo que es un tema de ambientes, de que se mueven en ambientes cerrados muy específicos. Lo que encontré en el teatro fue que tanto los actores como los directores de escena, como tienen que ser esponjas, tienen que investigar, meterse, son más curiosos dentro de todo lo que sería la creación. Los actores adquieren una madurez y un crecimiento espiritual y creador muchas veces más importante que el de otros que andan en la vuelta con el mote de creador. Son gente muy valiosa.
Y sin embargo cuando uno de sus textos se representa él no elige actores. Sólo hubo dos excepciones, Noelia Campo en el caso de Groenlandia y Shanghai (ambas dirigidas por María Dodera) y Martín Castro en MC Morphine (dirigida por Gustavo Bianchi), "y fue algo intuitivo, sin mucho razonamiento".
-¿Hasta dónde intervenís cuando se representa un texto tuyo?
-Mi intervención es el texto.
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Por eso en sus obras el texto se entrega en mano a cada espectador. Por eso él sostiene que Groenlandia es un poema dramático, igual que Berlín (2007), igual que Shanghai. Tres "obras primas" que se trasformaron imprevistamente en una trilogía. Rara, porque las tres implicaron procedimientos distintos. En Berlín por ejemplo, no hay ninguna referencia a Groenlandia, ni a sus personajes. "Hay obras en que el proceso fue más importante que el resultado, y hay obras en las que entregué el texto ya terminado. En El hueco (2004), Berlín, Exterminio (2008) empecé a escribir la obra cuando empezaron los ensayos."
Berlín se gestó en forma de talleres con los actores Gabriela Iribarren, Alejandra Cortazzo y Álvaro Armand Ugón -y dirección de María Dodera -, luego de cada encuentro Peveroni escribía un segmento más del texto.
En el caso de Shanghai decidió no ir a los ensayos con los actores. "Gané una beca para escribirla y para no escribirla empecé a escribir una novela, muy larga, que también se llama Shanghai. Quise tomar el camino más largo porque me gusta la presión en cierto modo. No quería que fuera fácil, y la retomé cuando quedaban cuatro meses para entregarla. Casi no fui a los ensayos, porque estaba muy seguro de lo que estábamos haciendo y los actores me estaban solicitando, pero querían que estuviera para hacérselas más fácil, para que se las explicara y no fui por eso. Porque quería que hicieran el trabajo con María (Dodera), que siguieran su juego, porque un escritor, ¿cómo explica su obra? Para mí es horrible, me vuelvo discursivo, explicativo, estúpido. María estaba construyendo y yo no quería entorpecer. Si el actor no me solicita yo voy".
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EN EL CAMINO. "Está este espacio, entonces me investigo". En 1991 Peveroni tenía 21 años y acostumbraba a ir a un pub bastante punk, Juntacadáveres. No le interesaba el teatro. Le ofrecieron adaptar un cuento de Charles Bukowski y escribió Cervezas y navajas. También lo dirigió. "Fue una obra muy física, demente, con una violencia muy interesante y jugada dentro de un boliche, que para mí era natural de verlo en cine pero no era habitual en el teatro de Uruguay de ese momento".
Dice que le gustó estar entre los miedos de los actores,y empezó a entrar en ese círculo donde había un grupo de jóvenes, como Roberto Suárez, como Mariana Percovich que dirigían lo que escribían, o a ellos mismos. "Y para mí Roberto era Dios". El dólar estaba bajo, se conseguían obras de autores como Heiner Müller, Bernard-Marie Koltès, Rafael Spregelburd, Alejandro Tantanian. "A mí me alimentaba todo esto pero claro, veía que era gente que pasaban por escuelas y yo no". Necesitaba la contraparte en un director. "Vi que era muy pesado dirigir y que no sabía, que no me sentía cómodo. `Yo mejor escribo`, en algún momento alguien se va a interesar."
Pasaron ocho años "en los que escribía con la total certidumbre de que no iban a ser representados los textos", y llegó Dodera. Su colaboradora eterna. Él se encarga del texto, "ella es una intérprete creadora". Sarajevo esquina Montevideo (2003), "teatro político, más tradicional. Años de lecturas sobre un tema: La Guerra de los Balcanes". El hueco "me metí a investigar en una cuestión de lenguajes, fue mirar sobre un margen, luego apareció Rescatate (Gustavo Bouzas, 2006), son primas".
Groenlandia: "Está en una zona de transgénero, me permitió hacer una obra con un lenguaje poético, porque yo había dejado de escribir poesía por respeto a la poesía: porque sentía que ya había encontrado la fórmula y quería cortar. El teatro me dio esa zona de experimentación que la poesía no me estaba dando, que era una escritura al borde de lo automático."
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-Sobre todo en Shanghai los personajes son muy discursivos, dan mucha información, ¿la confusión que puedan generar en el espectador es bienvenida?
-Es complicado porque también uno tiene la obligación y la conciencia de qué estás haciendo, si estás tratando de comunicar o no. A veces uno toma la decisión de hacer ruido y bueno, en algunas partes de Shanghai está y a mí me encanta. Y me gusta arriesgarme como espectador, para mí como espectador es una obra muy física, me provoca muchas cosas. Entiendo que haya gente a la que no le guste o se enoje. Como el tema de la sobredosis de información, si yo quería poner tanta cosa...soy bastante consciente de eso.
-¿Pero te medís?
-Ya en Berlín había una cosa de qué hacer con el discurso y María lo llevó para el lado del juego escénico. Aparece un juego de tenis, un karaoke, y yo seguí jugando por ese lado.
-En Berlín los personajes se burlan de la sensibilización del público...
-Eso es un tema mío, que tengo que ver para dónde lo llevo porque se está tornando una constante.
-En Shanghai se hace más agresivo aún, a los espectadores los llamás "seres absurdos en busca de historias..."
-Es que esta serie me despertó esto: me parece esencial para el teatro que estoy haciendo plantear dónde está el espectador, qué rol juega. Capaz que viene desde Cervezas y navajas, porque el espectador era un parroquiano igual que el escritor, estábamos en un mismo nivel, y la gente seguía hablando o a veces se metía alguno en la obra porque no entendía la diferencia entre ficción y realidad, y a mí me interesa justamente eso. Tratar de generar no sólo que el espectador entre en transe porque está viendo una ficción, sino que eso también se le joda: meterlo y hacerlo dudar un poco. A mí me encanta cuando un espectador me dice que durante Shanghai se sintió una mercancía. Quiero hacerlo pasar por emociones, por síntomas, sin tocarlo ni llevarlo adelante ni meterlo en la acción. Es muy difícil, es utópico porque es imposible lograrlo, pero me gusta acercarme.


1.7.11

El otro, el mismo


texto crítico de María Esther Burgueño publicado otiginalmente en la revista "CarasyCaretas".

La trilogía escrita por Peveroni va desde el problema interno de una familia (Groenlandia), a la de unos seres que coexisten en un aeropuerto (Berlín), hasta llegar a una ciudad entera (Shanghai). El microcosmos deviene macrocosmos.El conflicto cambia por diferentes concepciones en la comprensión del destino, pero es en Shanghai que la enajenación del ser humano alcanza su máxima expresión. Ya no se trata de un determinismo genético ni psicológico que rige las historias personales: ya no hay personas. Lo más parecido son “cuerpos perfectos” a los que se ha implantado “kits de identidad”.
Aquello que nos hacía valiosos, únicos e irrepetibles, se diluye en millones de copias.

Convertidos en líneas de programación, en códigos de información desencarnada, en este mundo sin Dios, los hombres no reciben un espíritu insuflado sino que reciben conflictos y traumas de segunda mano que actualizan la tentación de incesto -entre Melina y Luca-, el asesinato de la familia de Xiaomei, y la infructuosa búsqueda de sí mismo de Joy.
Todo esto repetido cientos, miles, millones de veces en una espiral de dimensión fractal que no puede entenderse sin sentir un asombro antiguo. Pero mientras que en Groenlandia, la fractalidad se daba en la repetición de un ciclo genético reproductivo endogámico, en Shanghai se da a través de un proceso económico productivo. Ambos procesos cumplen con la ley estadística que reza que en los grandes números de eventos todas las probabilidades son certezas. Y ocurren las fallas. Todo aquello que pueda salir mal, eventualmente lo hará, ya sea en Montevideo, en Groenlandia, en Berlín o en Shanghai. Cuando la información se corrompe y pasa a trasmitir una versión alterada de sí misma pueden ocurrir fenómenos bien diferenciados: lo que en algún lado es llorado como pérdidas comerciales, en otro es celebrado como arte.
Como demiurgos de ínfima categoría, las corporaciones, los partidos, los mercaderes, atrapados en sus ruinas circulares, son incapaces siquiera de lograr un solo ser humano que se queme en el fuego. En Shanghai, la única realidad es “un original y millones de copias”.
Hay en la obra un hálito incuestionable de ciencia ficción, que explica el nombre de Lem para uno de los personajes, o la repercusión de Bradbury en la evocación de alguien que se quema vivo antes de aceptar ser réplica, o en la inversión del panóptico de Foucault en la versión de Orwell. Las referencias a Nothomb de Berlín son sustituidas por las de otro ícono de la actual literatura francesa, Michel Houellebecq, para invertir su concepción de una identidad que ocupa múltiples cuerpos por la de múltiples identidades ocupando un único ser. Cuando el público es interpelado por los actores acerca de quién es y qué hace allí, se anuncia que en un rato no habrá afuera, ni mundo feliz (Huxley). Cuando Arturo habla sobre Ziggy, uno de los pioneros de este sótano, lo describe como un consumidor de LSD, estrella de rock, que terminó dando su cabeza contra Alexanderplatz y que tenía 27 en el 72. Esto no constituye solo un juego de inversiones sino que remite el nacimiento del personaje al año 1945, el mismo del Unabomber, que en Leviatán de Paul Auster, nació el 6 de agosto de 1945. Mientras él emergía del vientre de su madre, el Fat Boy emergía del Enola Gay y marcaba un hito en esto de los atentados masivos, de los posteriores coches-bomba, hombres-bomba, pandas-Bomba, como Joy.
Además de una interpretación metafísica de la ontología, Shanghai propone lecturas muy directas sobre la realidad. Los shoppings de los mercaderes, donde réplicas de un original idealizado de cuerpos perfectos que no envejecen, o intentan no hacerlo, se precipitan hasta hacer saltar los nodos de un sistema. “Acá abajo”, geográficamente hablando, es una referencia a las antípodas. Por eso Arturo Lem confiesa haber nacido en un país absurdo donde las vacas no son ilustradas ni valientes. Shanghai sería entonces el sótano de un mundo del que Uruguay sería un emergente, o a la inversa.


 
Pero está claro que en las “zonas” que se plantean en la obra, el continuo espacio tiempo, tiene una consistencia particular, al igual que la idea de movilidad-inmovilidad, o público– privado. El público accede, e incluso forma, mediante la solicitud de ubicarse creando un corredor, a la zona blanca, atisba la zona rugosa, pero el anexo es percibido solamente en el derrumbe de las paredes. Casi como el Horacio de Hamlet, se le pide que esté allí para dar testimonio. ¿Estaremos a tiempo? ¿Alguien oirá por encima de las voces de los escándalos mediáticos, de las protestas de las iglesias, de las publicidades de las multinacionales, de la fatal autoentrega de límites que se da en las redes sociales, por encima de los ringtones de los celulares?
A modo de ejemplo de este uso de los kits de identidad, que crean en nosotros esta confusión sobre quiénes somos, dónde y cuándo existimos, cada uno de los personajes es varios. M es Melina y Alaia, nieta de Xiaomei. N es Joy (¿en-joy?), y Luca, Lem es él mismo y Xiaomei, sobreviviente de la última guerra con los japoneses y abuela de Alaia. Ziggy Stardust es él, y quizás un rubio director de cine que filmó una película sobre la necesidad de decidirse ante una bifurcación del camino (¿Jim Jarmusch?).
El trabajo de la vestuarista Virginia Sosa logra conjugar las ideas de la obra de una manera inteligente y sencilla. Todos están vestidos en la gama del blanco y el negro, pasando por el inevitable gris. Todos lucen ligeramente equívocos en su sexualidad, pongamos como ejemplo la androginia de los trajes o el maquillaje inverso de los ojos de M y N. Una luz azul que brota del pecho de los personajes incentiva la idea de artificialidad, de neón de vitrina, de pantalla de ordenador o de televisor. Pero sobre todo, en varias partes del traje aparecen zonas desflecadas, tanto como la “identidad” de la que los personajes entran y salen. Y esto complementa el ritmo planteado por Federico Deutsch desde su música original, que por momentos empuja al espectáculo hacia la ópera.
Los actores –Noelia Campo, Fernando Amaral, José Ferraro- necesitan un grado enorme de concentración para decir este bello y complejo texto al mismo tiempo, que sostienen el ritmo frenético de su situación y sus cambios. En un espacio neutro y estrecho, atiborrado de cajas, deben sostener las historias, los miedos, las actitudes y deseos contradictorios, como un médium que incorporara a la vez muchos espíritus. Ahí es donde el trabajo de María Dodera se vuelve esencial. Por eso el espectáculo no es de Peveroni con dirección de Dodera. Es uno más otro. Yo conocía de antemano el texto de Shanghai, pero confieso que solo lo vi y lo sentí físicamente cuando el eficaz elenco cantó, danzó, susurró, gritó, amó, odió, fue moral, fue traidor. Transpiró entrega en una de las noches más frías que estaba viviendo Montevideo.
No es un espectáculo fácil, felizmente entre tantos facilismos que hacen pensar que las obras son réplicas de un original perverso. El mandato de que nos vayamos para ser testigos, pesa. De cualquier modo, y como decía el autor del título de esta nota, siempre hay jardines donde los senderos se bifurcan. Si se atreve, vaya a sus antípodas, que quizás son su réplica o su döppelganger. Quizás juntos encontremos la salida del anexo.

banda sonora



10.6.11

Los habitantes...

Seres urbanos, de subtes, cintas magnéticas, carreteras, pasarelas de lugares síntesis. SHANGHAI está habitado por seres deambulantes y sus duplicados, seres en blanco y negro, pero también en sepia y colores estridentes.
La referencia es el paradigma de Paul Gautier, en nomenclaturas de texturas: tules, cueros, extensive sobre tela.



En la contemporaneidad, desprovista de mitos, el individuo intenta ferozmente atrapar al otro y lo dual: lo cóncavo y lo convexo, lo femenino y lo masculino, la totalidad hombre-mujer, la frontera. En los “no lugares” se exhibe la androginia en el marco de la libre circulación del deseo y la insatisfacción del placer.
Paradigma sobre el maquillaje: palidez, ojeras, grietas del afuera.


9.6.11

Zona Blanca, Zona Oscura, Zona Rugosa











El espacio escénico de SHANGHAI integra dos espacios, uno que contiene al otro.
El contenedor contenido.
Son espacios frontera, porque cada uno es sometido por el otro; uno “el interior”, el otro “el afuera”.
El espacio interior mantiene cierta pureza de blanco saturado. Es un espacio aparentemente estanco, si lo comparamos con el afuera, en permanente cambio y mutación.
El afuera es el emblemático “pachinko club”, saturado de neones, velocidad y sonidos saturados.
Un nodo dentro de otro nodo, a su vez insertos en la red global.



8.6.11

Topografía de un 'no lugar'

Se puede decir que la hipermodernidad es productora de los “no lugares”. De espacios que no son en sí lugares antropológicos y que contrariamente a los modernos, no integran los “lugares de la memoria”. Se deduce que por “no lugares” designamos a aquellos espacios constituidos con ciertos fines (transporte/comercio/distribución) y la relación que los individuos mantienen con ellos es funcional (viajar/comprar/esperar).

SHANGHAI es un “no lugar”.

Los “no lugares” carecen de un acontecimiento dado (que ha tenido lugar), de “mitología” (lugar dicho), de Historia (lugar dado). Los “no lugares” mediatizan un conjunto de relaciones consigo mismo y con los otros que no apuntan más que a sus fines, crean la contractualidad con lo solitario.
Los “no lugares” son transitorios: supermercados/autopistas/depósitos. Son espacios identificados en forma prescriptiva o informativa, que no generan identidad singular ni relación alguna, sino “soledad y similitud”. No hay en ellos espacio para el mito. Carteles luminosos en autopistas que dan la temperatura y la hora, radios que funcionan de manera ininterrumpida en supermercados. Carteles, señales y flechas que indican el camino a seguir.
En los “no lugares” estamos atrapados en el tiempo presente. No hay espacio para la historia. Todo se borra, como en GROENLANDIA, donde la amnesia lo puede todo. Se hace necesario explotar, o mejor dicho implotar, ser el chico bomba de BERLÍN.
Metáfora, al igual que los anteriores, SHANGHAI es un depósito, el atrás, el lugar donde se transan mercancías, identidades, historias. Es un “no lugar” trans, transnacional, transcultural, transexual, transgénero. En tránsito.

SHANGHAI

espacio / "no lugar" / depósito





7.6.11

Una historia en Shanghai


M y N son dos brokers occidentales que viven una pesadilla en el mundo subterráneo de SHANGHAI, el lugar donde se encuentran los mayores depósitos de mercancías, el storage más completo del planeta. La pareja de jóvenes ambiciosos es llevada por la fuerza a un “no lugar”, a un experimento en el que sus identidades son hackeadas y se superponen con las historias de migrantes del siglo veintiuno como Melina (GROENLANDIA) y Joy (BERLÍN).
M y N se descubren como dos identidades que se saben débiles y anacrónicas, y buscan un sentido a sus propias narraciones y ficciones. Arturo Lem es el narrador de la historia, el moderador del juego de despersonalización al que son sometidos los dos brokers. Es un doble espía del gobierno chino y las grandes corporaciones.


N, M, Ziggy Stardust y Arturo Lem en Shanghai

6.6.11

Los arquitectos...


SHANGHAI
de Gabriel Peveroni // un espectáculo de María Dodera

ficha técnica

elenco
fernando amaral
noelia campo
josé ferraro

dj en vivo
federico deutsch

escenografía e iluminación
fernando scorsela

vestuario y maquillaje
virginia sosa

música original
federico deutsch

banda ‘la hermana menor’
juan sacco: guitarra
marcelo alfaro: guitarra y coros
iván krisman: bajo
tüssi dematteis: voz
josé Nozar: batería y percusión
ezequiel rivero: teclados

discografía ‘la hermana menor’
ex (bizarro récords 2003)
todos estos cables rojos (bizarro récords 2007)
canarios (bizarro récords 2010)

ayudante de dirección
maiana olazábal

dirección general
maría dodera

producción general
claps – cecilia fuentes & alejandra morán
  
asistencia operativa en escenografía e iluminación: bibiana cabral & matías vizcaíno – peinados: bettina intercoiffure – realización audiovisual: mari lafotera - gráfica: ssc – fotografía: alejandro persichetti – contadora del proyecto: patricia baumbach


PATROCINAN





AUSPICIAN










APOYAN






INVITAN




21.4.11

Primera aproximación a la urbe escénica...



SHANGHAI tiene como punto de partida de investigación y construcción del espectáculo a los personajes Melina (GROENLANDIA) y Joy (BERLÍN), quienes permanecen atascados en un tiempo y lugar imprecisos, en tránsito, protagonistas de una amarga distopía. La superpoblación, la obscenidad del comercio virtual y la concentración del storage –tres elementos propios de Shanghai, una de las urbes que testimonian de mejor manera el crecimiento chino en este nuevo siglo- son el escenario en el que transitan estos y otros personajes cuya aspiración máxima podría explicitarse en el fallido deseo de desaparecer completamente, es decir la creación de una nueva identidad.
SHANGHAI culmina el trabajo de investigación dramatúrgico sobre el 'no lugar', la despersonalización y la fragmentación en el lenguaje escénico, a través del estudio de personajes cuyas prehistorias provienen de familias disfuncionales, quebradas por exilios y las marcas latentes de las crisis políticas y económicas de finales del siglo veinte.